diciembre 29, 2010

Un discurso para los que se gradúan del colegio

“Hay recuerdos que no voy a borrar, personas que no voy a olvidar”, así canta Fito Páez en una de sus canciones más populares. Y tiene razón.

Cuando me senté frente al computador para escribir lo que iba a decir hoy, pensé en ponerme en sus zapatos por un momento y recordar mi vida en el colegio. Lo primero que se me vino a la cabeza fue la voz de la rectora Doña Cecilia y el coordinador Javier diciendo: “señor Caballero, por favor” “señor Caballero, silencio” “señor Caballero, pase al frente” “señor Caballero, ¿otra vez usted?” Me convertí en punto de referencia, incluso cuando estaba juicioso los escuchaba diciendo “el señor que está al lado del señor Caballero”. Ese seguramente es el recuerdo que tienen mis compañeros y mis exprofesores de mí: el cansón que no paraba de hablar nunca; pero conmigo estaban muchos otros, el vago al que le iba bien, el vago al que le iba mal, la niña bonita creída y la bonita chévere, el borracho, el sano, el mejor para jugar fútbol, la que no le gustaba hacer nada en clase de educación física, la niña juiciosa que prestaba las tareas, las niña juiciosa que no prestaba las tareas, el perezoso que pagaba por las tareas, el perezoso conchudo que nunca llevaba tareas, el que siempre llegaba tarde, el que no querían los profesores, la que querían todos los profesores, el alto, aquel que con cariño llamábamos ‘enano’, el gordo, el flaco, la ‘jirafa’ y la ‘chiqui’ en fin, cada persona diferente, cada persona única y con algo particular que me hace recordarlos en este momento.

La vida es un collage de instantes, y cada uno trae consigo gente, y siempre deja cosas inolvidables. Para cada etapa de la vida uno tiene una cajita de recuerdos, en ella están todas los eventos, los momentos, esas cosas especiales que nunca se borrarán de nuestra mente, porque están guardadas en esa cajita. Sé que son muchas las lágrimas que han rodado por sus mejillas en días anteriores, y es posible que hoy no sea la excepción; pero este no es un momento triste, no es un momento para llorar, por el contrario es un día de felicidad, de felicidad por la satisfacción del deber cumplido, de un logro alcanzado, de ver reflejado en esta ceremonia todo el esfuerzo que  hicieron para recibir su diploma, de ver que valieron la pena las trasnochadas y las madrugadas, por eso no hay que llorar. Vean cómo sonreía mientras abría mi cajita de recuerdos del colegio frente a ustedes, lo que ustedes están viviendo hoy es un momento más, simplemente se sella esta caja pero se abrirán otras después, y con el tiempo, al igual que yo, cuando la vuelvan a abrir se dibujará una sonrisa en su rostro.

Hoy sus profesores los despiden, los maestros que los vieron crecer, los guiaron por la vida, les dieron su conocimiento, los ayudaron y se los aguantaron abren el colegio para que salgan triunfantes y llenos de satisfacción por la misma puerta por la que entraron todos los días durante estos años. Ustedes son hoy el orgullo de sus padres, el orgullo de sus familias, por eso los invito a que este diploma que van a recibir se lo entreguen a ellos, gracias a ellos ustedes están acá hoy y gracias a ellos ustedes son quienes son; este triunfo es tan suyo como de sus padres.

Atrás quedarán las bromas y la vida del colegio, a partir de este momento sus vidas tomarán caminos diferentes. Ahora emprenden el viaje por la vida para cumplir sus sueños, y eso es lo realmente importante, tener un sueño que cumplir todos los días. Traten de ser felices con cada cosa que hacen, traten de disfrutar cada día como si fuera el último, procuren dar todo de ustedes para que cada mañana vean una expresión de alegría en el espejo.

Este es un muy logro importante en sus vidas, pero es simplemente el primer peldaño en la larga escalera de triunfos y buenas cosas que tienen por delante. Les deseo la mejor de las suertes en su vida, con trabajo, esfuerzo y tal vez algo de suerte podrán alcanzar todas las metas que se tracen de hoy en adelante. Nunca olviden a su familia, sus amigos, sus maestros, ni su colegio, nunca olviden de dónde son ni de dónde vienen; siéntanse orgullosos de todo eso, y vivan la vida con alegría. Puede que no siempre las cosas estén bien, puede que enfrenten momentos de dudas y desaliento, por eso para finalizar les quiero dejar una frase que escuché hace ya varios años y que sin duda les servirá como lema en la vida a la hora de enfrentarse a los problemas o situaciones no gratas que se les presenten. Muchachos, si la vida les da las espalda, cójanle la nalga.

Gracias

diciembre 22, 2010

EL CICLO DEL AGUA


Siempre me pregunté por qué llovía. Desde muy niño sentía curiosidad por el extraño (al menos para mí) fenómeno meteorológico que convertía un día soleado en una tarde gris. Me extasiaba con el simple hecho de pararme frente a la ventana y ver las gotas caer estrepitosamente contra el suelo, o viéndolas una a una, tratando de contarlas cuando se estrellaban contra el vidrio.

Después entré al colegio y me explicaron esa cosa que la profesora escribió en el tablero en mayúscula y con tiza roja: “El ciclo del agua”. Pero esa idea, muy lógica y todo, no me parecía bonita. La lluvia era muy mágica como para que fuera así de simple. Tenía que ser algo más.

Fui creciendo y fui buscando otras respuestas a mis dudas infantiles, buscando respuestas tal vez un poco más irreales, más imaginarias, más fantasiosas, más como yo. De pronto, una tarde, sentado frente a la ventana de mi casa, con un cigarrillo entre el índice y el corazón de la mano izquierda, y una taza de café caliente en la otra, me di cuenta de que llueve porque ella, en algún lugar, lejos o cerca, dejó de sonreír. 




Darwin Caballero “Tomás”
Noviembre de 2010