diciembre 22, 2010

EL CICLO DEL AGUA


Siempre me pregunté por qué llovía. Desde muy niño sentía curiosidad por el extraño (al menos para mí) fenómeno meteorológico que convertía un día soleado en una tarde gris. Me extasiaba con el simple hecho de pararme frente a la ventana y ver las gotas caer estrepitosamente contra el suelo, o viéndolas una a una, tratando de contarlas cuando se estrellaban contra el vidrio.

Después entré al colegio y me explicaron esa cosa que la profesora escribió en el tablero en mayúscula y con tiza roja: “El ciclo del agua”. Pero esa idea, muy lógica y todo, no me parecía bonita. La lluvia era muy mágica como para que fuera así de simple. Tenía que ser algo más.

Fui creciendo y fui buscando otras respuestas a mis dudas infantiles, buscando respuestas tal vez un poco más irreales, más imaginarias, más fantasiosas, más como yo. De pronto, una tarde, sentado frente a la ventana de mi casa, con un cigarrillo entre el índice y el corazón de la mano izquierda, y una taza de café caliente en la otra, me di cuenta de que llueve porque ella, en algún lugar, lejos o cerca, dejó de sonreír. 




Darwin Caballero “Tomás”
Noviembre de 2010

1 comentario:

  1. oiga!! eso k fue!!
    jajaajaj no pss!!
    se tomo de parche el pueblo!
    no mentiras muy lindo lo k escribiste :)

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